martes, 30 de noviembre de 2010

Rafael Góchez Sosa


Rafael Góchez Sosa nace en Santa Tecla un 23 de Diciembre de 1927. Dedicado a la enseñanza, el poeta y prosista inicia su obra con el libro “Luna Nueva” (1962), siguiéndoles “Poemas Circulares” (1964) y “Canciones de Colina y Viento” (1967). Su triunfos en certámenes incluyen nacionales e internacionales tal y como el primer premio en poesía en su ciudad natal durante tres veces consecutivas; y Primer Premio de Poesía en Quezaltenango con el libro “Blancos Espejos en la Noche Gris”.

Hay una anécdota breve respecto a esta entrada: Por una simple casualidad me enteré que la abuela de mi esposa es prima del poeta, y cierta vez me hicieron llegar una pequeña colección de libros viejos, que incluían varios del autor. Uno de aquellos libros guardaba entre las páginas un poema mecanografiado por el autor con el título “Carta desde Mayo” con una dedicatoria a José Madriz y Cobos. Ahora lo transcribo para esta entrada del Blog En Poesía, dedicada al poeta tecleño.


Carta desde Mayo


A don José Madriz y Cobos



Hace ya días de su partida, don Chepe.

Son las once de la noche. Acabo

de escuchar Luna de Xelajú

de Paco Pérez

Ahora fumo

y

recuerdo sus maneras, su peinado,

su voz suave

como el viento sencillo de una aurora.



Han comenzado las primeras lluvias.

Y los zenzontles

Y el olor a tierra

Y el verde verde

Y la luz casi a las cinco de la madrugada.



En nuestro terruño, usted lo sabe, mayo

pretende hacernos más humanos,

más viajeros, más hechos a las esperanzas.



Por aquí las cosas no han cambiado.

En las paradas de buses siempre las colas.

En la Asamblea Legislativa, como perros y gatos.

Rótulos de neón , fútbol, ofertas

a mitad de precio

y la poesía sigue abajo, cobijada

en su estación de frío.



Los periódicos continúan informando

de crímenes y crímenes. Hace poco

un hijo mató a su padre.

En la frontera con Honduras

la muerte se pasea en un caballo negro

Bares. Prostitutas. Marihuana.



Ayer platiqué con Dña. Mercedes.

Hablamos de ud. largo rato. De su agonía

de años. De su muchacho

que hace poco regresó del exterior.

Una lágrima, una lágrima tan sólo

vi rodar en el rostro de su hermana,

y cuando una mujer llora

con una lágrima, debe ser grande

el dolor y el vacío intenso.



Le cuento que está terminado

mi último libro. Hoy tengo el problema

del título. Vendrá una de estas noches,

estoy seguro.



Se acaba el cigarrillo, don Chepito.

No sé si duerma pero voy a la cama.

Antes quiero suplicarle un favor:

si ve a Oswaldo, a Fresedo,

Trigueros de León o Julio Enrique Ávila,

los saluda de mi parte.


Dígales que ya comenzaron

las primeras lluvias

y que los zenzontles persisten inútilmente

en hacer de este mundo , un mundo

de amor y paz.


San Salvador , 13 de Mayo de 1970





Medianoche


El astro baña las calles

solitarias

con un soplo de silencio.


Las ilusiones bajan. En la penumbra

la quietud se mece

al conjuro del grillo.


Los árboles inundan su ropaje

de sueños niños

y de niñas invenciones.


Y a lo lejos –en la patria encendida

de un lucero –,

hace votos de amor la medianoche.

El volcán dormita (sueña con la raza indiana

que nació en la luz).


Un gallo, con su voz destinada a los sepulcros,

rasga el sudario de las horas

deshojando misterios

y pan para las sombras.


¡Cuánta belleza en apacible fuga!

(Se percibe el aliento

del principio en la antigua piedad

de las paredes).


¡Cuánto derroche de ternura y tacto!

¡Cuánta campana en apagado ruego…

… y yo sin ella!


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