domingo, 9 de enero de 2011

El "después" de fin de año


Ya pasó la hora de los abrazos, el bullicio de los cohetes, el beso de cristal de los vasos y las botellas que chocan pregonando deseos. También la comida, las cervezas, vino, ron, y todo lo que en una fecha de celebración puede hacernos cosquillas en el juicio. Incluso, las luces de las 12 de la noche del veinticuatro y treinta y uno de Diciembre de 2010 no son más que una estela de humo separada en millones de partes y dispersándose en el aire al punto que ya desparecieron por completo.

Y la gente ha cambiado también. Durante Noviembre y Diciembre tuvimos familiares alegres, que nos deseaban bendiciones y abrazos, ostentadores de una sonrisa perpetua, cantando villancicos, buscando a los primos o tíos para reconciliar las asperezas adquiridas en el transcurso del año. Época de reconciliación, como lo rezan algunos refranes. En los trabajos, los jefes y compañeros mutaron (la mayoría) en personas condescendientes, sonrientes con quienes pasamos unos brindis colmados de agradecimientos por nuestro empleo, y claro, también llega la hora de limar las asperezas y los jefes, también se disculpan por los tropiezos emocionales gestados en el transcurso del año.

La última hoja del calendario ya fue arrancada. De súbitos fuimos lanzados a Enero, sí, Enero de 2011 y con tanta resaca, tanto gasto que hicimos, parece que hemos sido arrojados al agua fría estando dormidos. Con sabor añejo en la boca y en el estómago una orgiástica danza de intestinos y otras entrañas nos adentramos de nuevo a nuestra rutina. Pero todo ha cambiado, los jefes vuelven a ser los dictadorcillos de escritorio, vuelven las exigencias, y los deseos y bendiciones se han transmutado en metas atadas con amenazas de despidos si estas no se alcanzan.

Los familiares vuelven a sus habituales peleas, envidias, y otra vez hay divisiones. El estómago se retuerce más y el corazón amenaza con huelga al vernos en números rojos! Salarios, bonificaciones, aguinaldos parecen ser un cuento viejo. No hay ni siquiera una sombra. Viene la hora del pensador, ¿En qué gasté todo el dinero? Pero no hay cuenta certera o detallada, a tal grado que el mismo Hércules Poirot se quedaría en penumbras y no descifraría jamás nuestro juego de despilfarro. Enero vuelve con una balanza en las manos montando un caballo pálido como la muerte, como el tercer jinete del Apocalipsis.

Ahora nuestro mundo está en el caos normal. Y con los números en rojo, no podemos hacer más que lamentarnos y hacernos jurar que este año nuevo seremos más cautelosos y metódicos para utilizar nuestro aguinaldo y sueldos en las fiestas navideñas. El problema que nuestro mecanismo de defensa nos hacer olvidar en estos instantes, es que ignoramos que de nuevo el ambiente, e incluso la gente cambiarán y nos mostrarán otra vez los rostros más dulces; los jefes se volverán de nuevo comprensivos y afables, los familiares enemistados pedirán disculpas con vino o cerveza, abrazos y baile; empalagados nosotros de aquellos zombis manufacturados por las fiestas y la publicidad de fin de año, volveremos a dejar que sus invitaciones y abrazos nos  contaminen para convertirnos en seres sonrientes y lo peor del caso, ebrios de felicidad y ambiente navideño llegaremos a ser los monstruos derrochadores que tanto aborrecemos. El plan de emergencia para algunos, cuando la hora roja llegue, será volverse ateos lo que duren las fiestas de fin de año.

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