sábado, 25 de diciembre de 2010

Georg Trakl, Decadencia y Desencanto

Se vincula a Trakl con el  Expresionismo Vanguardista, y las críticas que su obra recibió durante la corta existencia del poeta, fueron llevadas a la voz común de la decadencia y el pesimismo vestido de imágenes y alegorías. La existencia tormentosa y la obra poética llegaron a ser un espejo donde en pocos instantes se juntaron en un solo ser.

Nace en Salzburgo, Austria el 3 de Febrero de 1887  y fallece en Noviembre de 1914 debido a una sobredosis de cocaína. Desde joven padeció inclinación a sustancias psicotrópicas, inclinación heredada de su madre, quien se dice era opiómana. Estudia dos años la carrera farmacéutica, para tener fácil acceso a sustancias controladas.

El ambiente oscuro de la guerra y el temple melancólico del poeta lo empujan a convertir su obra en un variopinto de tristeza y desencanto del mundo, volviéndose punta de lanza en cada escrito.

Profeta de las barbaries de la guerra, la vida del autor termina al igual que uno de sus maestros: Nietzsche. Luego de contemplar el paisaje de la batalla de Grodeck, se le diagnostica “Demencia Precoz” y es trasladado al Hospital de Cracovia donde se suicida con una sobredosis de cocaína en circunstancias jamás esclarecidas.
Entre sus obras se encuentran “Poemas”(1913), “Sebastián en el sueño”(1915,póstuma), “El Otoño del Solitario” (1920, póstuma). Y para esta entrada, presento un par de poemas del atormentado autor.

GrodekPor la tarde resuenan en los bosques otoñales
las mortíferas armas, y en las llanuras áureas
y en los lagos azules rueda el sol más oscuro.
La noche abraza a los guerreros moribundos,
irrumpe el lamento salvaje de sus bocas quebradas.
Pero silenciosas en la pradera,
rojas nubes que un dios airado habita
convocan la sangre derramada, la frialdad lunar;
y todos los caminos desembocan en negra podredumbre.
Bajo el dorado ramaje de la noche y las estrellas
vaga la sombra de la hermana por el bosque silencioso
saludando las almas de los héroes,
las cabezas sangrantes.
Y en el cañaveral suenan las oscuras flautas del otoño.
Oh, qué soberbio duelo, con altares de bronce;
un terrible dolor nutre hoy la ardiente llama del espíritu,
por los nietos que no han nacido aún.

Melancolía
Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.
Sonia

La tarde reina en el viejo jardín;
la vida de Sonia, calma azul.
Migran aves silvestres;
calma del desnudo árbol de otoño.

El girasol se inclina suavemente
sobre la blanca vida de Sonia.
La herida roja indescifrable
condena a existir en oscuros recintos,
donde azules campanas resuenan.

El paso de Sonia y su dulce sosiego.
Contempla al animal que muere un
y la calma del desnudo árbol de otoño.

Brilla el sol de días antiguos
sobre las cejas blancas de Sonia,
la nieve humedece sus mejillas
y la espesura de sus cejas.

Al Niño Elis

Elis, cuando el mirlo llame en el oscuro bosque
              será tu ocaso.
              Tus labios beben frescura en la pedregosa fuente azul.
            
              Cuando tu frente sangre suavemente
              olvida las antiguas leyendas
              y el oscuro augurio del vuelo de los pájaros.
            
              Pues tus leves pasos se adentran en la noche
              cargada con los púrpuras racimos de la vid;
              mientras el azul hace más bello
              el movimiento de tus brazos.
            
              Se escucha un espino,
              allá donde vuelan tus dos ojos de luna.
              Ah, hace cuánto tiempo que eres de la muerte.
            
              Tu cuerpo es un jacinto
              donde un monje sumerge sus dedos de cera.
              Y una cueva sombría es nuestro silencio
              de la que a veces surge un apacible animal.
              Deja caer lento los pesados párpados.
            
              Sobre tus sienes gotea un oscuro rocío,
              el último oro de las estrellas extinguidas

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